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CAPITULO 25: ‘NO SE HAGA MI VOLUNTAD, SINO LA TUYA’


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“NO SE HAGA MI VOLUNTAD, SINO LA TUYA”

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Map Chp. 25

El Mar Grande

Galilea

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Mar de Galilea

LA SEMANA DEL SACRIFICIO EXPIATORIO

Mateo

Marcos

Lucas

Juan

QUINTO DIA

Oración del Gran Sumo Sacerdote

17:1–26

Agonía en Getsemaní

26:36–46

14:32–42

22:40–46

18:1, 2

COMENTARIO INTERPRETATIVO

(25-1) Juan 17:1. Significado de la oración de Jesucristo como Sumo Sacerdote

Con un entendimiento perfecto de su misión y de que el tiempo de su expiación ‘había llegado’. Jesucristo concluyó la parte dedicada a enseñar en su ministerio con una oración; una oración que a veces ha sido llamada la oración de intercesión o la oración de Cristo como Sumo Sacerdote. (Véase Juan 17.) Estas designaciones no son inadecuadas, pues, como veremos, El, nuestro Gran Sumo Sacerdote, se ofreció como ofrenda; luego, como Mediador, intercedió en bien de todos los miembros dignos de su reino. El modelo de esto había sido establecido en el antiguo Israel.

Una vez por año, el sumo sacerdote que presidía en el antiguo Israel, entraba al Lugar Santísimo, el lugar más sagrado dentro del Tabernáculo. Allí realizaba ciertos ritos relacionados al Día de Expiación, un día apartado para la contrición nacional y para que el pueblo se humillase. Habiéndose bañado y vestido con lino blanco, presentaba ante el Señor un buey y dos cabritos como ofrendas por los pecados, y un carnero como ofrenda quemada en bien de sus pecados y los del pueblo. El papel del sumo sacerdote era el de mediador, o uno que intercedía ante el Señor en beneficio del pueblo. Su papel, naturalmente, era una representación de la gran función de mediador por parte del Salvador en bien de nosotros. De este modo, cuando Jesucristo oró al Padre por todos los que creían en El, lo hizo como nuestro Intercesor, o gran Sumo Sacerdote.

La oración que ofreció en esta ocasión tenía tres partes diferentes:

En la primera parte (véase Juan 17:1-3), El se ofreció a sí mismo como el gran sacrificio. Su hora había llegado.

La siguiente parte de la oración (véase Juan 17:4-19) fue un informe reverente dirigido al Padre, en relación a su misión terrenal.

En la última parte de la oración (véase Juan 17:20-26), intercedió no solamente por los once apóstoles presentes, sino por todos los que crean en El ‘por la palabra de ellos’ a fin de que todos lleguen a una unidad perfecta, la cual era en Cristo así como Cristo es en el Padre. De este modo todos serían perfectos en unidad, y el mundo creería que el Padre había enviado a su Hijo.

(25-2) Juan 17:3. ¿En qué forma el hombre puede conocer a Dios y a Jesucristo?

“Conocer a Dios en aquel sentido pleno que nos permitirá obtener salvación eterna, significa que debemos saber lo que El sabe, gozar de lo que El goza, experimentar lo que El experimenta. En el lenguaje del Nuevo Testamento, ser “semejantes a El” (1 Juan 3:2).

“Pero antes de poder ser semejantes a El, debemos obedecer aquellas leyes que nos permitirán adquirir el carácter, las perfecciones y los atributos que El posee.

“Y antes de poder obedecer estas leyes, debemos aprender cuáles son; debemos aprender de Cristo y de su evangelio. Debemos aprender que “la salvación fue, y es, y ha de venir en y por la sangre expiatoria de Cristo, el Señor Omnipotente” (Mosíah 3:18). Debebemos aprender que el bautismo bajo las manos de un administrador legal es esencial para la salvación y que después del bautismo debemos guardar los mandamientos y ‘seguir adelante con firmeza en Cristo, teniendo una esperanza resplandeciente, y amor hacia Dios y hacia todos los hombres’ (2 Nefi 31:20)” (Bruce R. McConkie, CR, abril de 1966, pág. 79).

(25-3) Mateo 26:36. “Entonces llegó Jesús…a un lugar que se llama Getsemaní”

“Getsemaní. El nombre significa ‘lagar de aceite’ y probablemente se refiere a una prensa que se conservaba allí para extraer el aceite de los olivos cultivados en ese lugar. S. Juan menciona que el sitio era un jardín, y esta designación nos conduce a conceptuarlo como un terreno vallado de propiedad particular. El mismo escritor (Juan 18:1, 2) indica que era un lugar al cual solía ir Jesús cuando deseaba apartarse para orar, o conversar confidencialmente con los discipulos” (Talmage, Jesús el Cristo, pág. 651).

(25-4) Mateo 26:39. “Si es posible, pase de mí esta copa”

Dios es inmutable también lo son sus leyes en todas sus formas, y en toda su aplicación y siendo El mismo la esencia de la ley, el dador de la ley, el sustentador de la ley, todas esas leyes son eternas en su aplicación…

“De ahí que la ley de la expiación tenía que ser satisfecha así como todas las demás, pues Dios no podía ser Dios sin cumplirla.

“Jesús dijo: ‘Si es posible, pase de mí esta copa’. Pero no era posible; pues de haberla hecho pasar se habría cometido una violación de la ley y El tuvo que beberla. La expiación debe ser hecha, un Dios debe ser sacrificado. Ningún poder puede resistir a una ley de Dios. Es onmipresente, onmipotente, existe en todas partes y en todas las cosas…” (Taylor, The Mediation and Atonement, págs. 168-69).

(25-5) ¿Qué ocurrió en Getsemaní?

“¿Dónde y bajo qué circunstancias se efectuó el sacrificio expiatorio del Hijo de Dios? ¿Fue sobre la cruz del Calvario o en el Jardín de Getsemaní? Es hacia la Cruz de Cristo hacia donde miran casi todos los cristianos al enfocar su atención sobre la expiación infinita y eterna. Y ciertamente el sacrificio de nuestro Señor fue completo cuando fue levantado por los hombres; además, esa parte de su vida y sufrimiento es la más dramática y, posiblemente, la más tocante. Pero en realidad el dolor y sufrimiento, el triunfo y grandeza de la expiación ocurrió principalmente en Getsemaní.

“Fue allí que Jesús tomó sobre sí los pecados del mundo a condición del arrepentimiento. Fue allí que sufrió más allá del poder humano para soportar. Fue allí que sudó grandes gotas de sangre por cada poro. Fue allí que su angustia fue tan grande que deseó que la copa pasase. Fue allí que hizo la elección final de seguir la voluntad del Padre. Fue allí que un ángel del cielo vino a fortalecerlo en su prueba más grande. Muchos han sido crucificados y el tormento y dolor es supremo. Pero solamente uno, y El fue el Hombre que tenía a Dios como Padre, se ha inclinado bajo la carga de pesar y dolor que cayó sobre El en aquella noche terrible, aquella noche en la cual descendió por debajo de todas las cosas al prepararse a levantarse por encima de todas” (McConkie, DNTC, 1:774-75).

(25-6) ¿Hasta qué punto fue completada la Expiación en el Jardín de Getsemaní?

“Parece que además de los espantosos sufrimientos consiguientes a la crucifixión, se había repetido de nuevo la agonía del Getsemaní, intensificada más de lo que el poder humano podía soportar. En esa hora más crítica, el Cristo agonizante se hallaba a solas, solo en la más terrible realidad. A fin de que el sacrificio supremo del Hijo pudiera consumarse en toda su plenitud, parece que el Padre retiró el apoyo de su Presencia inmediata, dejando al Salvador de los hombres la gloria de una victoria completa sobre las fuerzas del pecado y la muerte” (Talmage, Jesús el Cristo, pág. 695).

Cuando el Salvador exclamó en friunfo, “Consumado es” (Juan 19:30), supo que su sacrificio expiatorio había sido aceptado por el Padre. (Véase Juan 19:28.)

“A pesar de lo dulce y gustosamente aceptado que habría sido el alivio de la muerte en cualquiera de las primera etapas de sus padecimientos —desde el Getsemaní hasta la cruz— vivió hasta que todas se cumplieron de acuerdo con lo que se había decretado” (Talmage, Jesús el Cristo, págs. 696).

(25-7) Lucas 22:44. “Y estando en agonía, oraba más intensamente”

“¡Cuán perfecto es el ejemplo! Aunque era el Hijo de Dios, sin embargo El, habiendo sido fortalecido por un ángel ministrante, ora con mayor fe; aun El crece en gracia y asciende a alturas más elevadas de unidad espiritual con el Padre. ¡Cuán bien escribió Pablo de esta hora: ‘En los días de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte, fue oído a causa de su temor reverente. Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia; y habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen!’ (Hebreos 5:7-9)”. (McConkie, DNTC, 1:776).

¿Pero qué fue lo que causó la intensa agonía del Salvador?

“Jesucristo tuvo que desterrar el pecado mediante el sacrificio de sí mismo…Y como El en su propia persona llevó los pecados de todos y expió por ellos mediante el sacrificio de sí mismo, así vino sobre El el peso y agonía de todos los tiempos y generaciones, la indescriptible agonía que fue consecuencia de esta expiación en la que El tomó sobre sí los pecados del mundo y sufrió en su propia persona las consecuencias de una ley eterna de Dios desobedecida por el hombre. De ahí su profundo dolor, su angustia indescriptible, su tortura sobrecogedora, vivida en la plena obediencia al mandato eterno que El dio como Jehová y a los requisitos de una ley inexorable.

“El sufrimiento del Hijo de Dios no fue sencillamente el sufrimiento de la muerte personal; pues al asumir la posición que ocupó al hacer una expiación por los pecados del mundo, soportó el peso, la responsabilidad y la carga de los pecados de todos los hombres, la cual, para nosotros, es incomprensible…

“Quejándose bajo esta pesada carga, bajo esta presión intensa, incomprensible, bajo esta terrible exigencia de la Justicia Divina de la cual la humanidad débil se retrajo, y mediante la agonía así sufrida sudando grandes gotas de sangre, fue llevado a exclamar: ‘Padre, si es posible, pase de mí esta copa’. El había luchado con la poderosa carga en el desierto, había luchado contra los poderes de las tinieblas que allí fueron liberados en su contra; fue puesto por debajo de todas las cosas, su mente se vio saturada de agonía y dolor, solo y aparentemente incapaz y olvidado en su agonía en la que la sangre manó de sus poros” (Taylor, The Mediation and Atonement, págs. 149-50).

(25-8) Lucas 22:44. “Y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra”

“Para la mente finita, la agonía de Cristo en el jardín es insondable, tanto en lo que respecta a intensidad como a causa. Carece de fundamento el concepto de que su padecimiento fue provocado por el temor de la muerte. Para El la muerte era el paso preliminar de su resurrección y su triunfante regreso, no sólo al Padre de quien había venido, sino a un estado de gloria superior aun a la que había poseído antes; además, en El se hallaba el poder para entregar su vida voluntariamente. luchó y gimió bajo el peso de una carga que ningún otro ser que ha vivido sobre la tierra puede siquiera concebir de ser posible. No fue el dolor físico, ni la angustia mental solamente, lo que lo hizo padecer tan intenso tormento que produjo una emanación de sangre de cada poro, sino una agonía espiritual del alma que sólo Dios era capaz de conocer. Ningún otro hombre, no importa cuán poderosa hubiera sido su fuerza de resistencia física o mental, podría haber padecido en tal forma, porque su organismo humano hubiera sucumbido, y un síncope le habría causado la pérdida del conocimiento y ocasionado la muerte anhelada. En esa hora de angustia Cristo resistió y venció todos los horrores que Satanás, “el príncipe de este mundo” pudo inflingirle. Este combate supremo con los poderes del maligno sobrepujó y eclipsó la terrible lucha comprendida en las tentaciones que sobrevinieron al Señor inmediatamente después de su bautismo.

“En alguna forma efectiva y terriblemente real, aun cuando incomprensible para el hombre, el Salvador tomó sobre sí la carga de los pecados de todo el género humano, desde Adán hasta el fin del mundo” (Talmage, Jesús el Cristo, págs. 643-644).

PUNTOS A CONSIDERAR

El SIGNIFICADO DE GETSEMANI

Descendiendo por la ladera oriental del Monte de los Olivos casi al fondo de una cañada, se encuentra un jardín, o pequeño huerto, llamado Getsemaní. La designación significa “lagar de aceite”, y se le llamaba así posiblemente porque allí había una prensa o lagar para sacar el aceite de las olivas del huerto. Está a una media milla de distancia de las murallas de la ciudad y era un lugar de frecuente retiro para Jesús y sus discípulos.

Cuando la procesión llegó al Jardín, Jesucristo dijo a ocho de los once: “Sentaos aquí”, entre tanto que voy allí y oro” (Mateo 26:36). Entonces llevando a Pedro, Santiago y Juan, los que habían estado con El en el Monte de la Transfiguración, entró al jardín. Su hora había llegado. Sus instrucciones a los tres fueron breves y presagian tes: “Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí, y velad conmigo” (Mateo 26:38). “Orad que no entréis en tentación” (Lucas 22:40). Entonces El siguió adelante a distancia de un tiro de piedra (a unos treinta metros) y “se postró sobre su rostro, orando” (Mateo 26:39). Postrado y suplicando nuestro Señor rogó: “Abba, Padre, todas las cosas son posible para ti; aparta de mí esta copa; mas no lo que yo quiero, sino lo que tú” (Marcos 14:36).

Hagamos una pausa y dejemos esta escena un momento. Para entender el grito del alma de nuestro Señor y Dios que rogó al Padre que apartase su “copa” (o la suerte que pendía sobre El), ustedes deben tener presente el peso de lo que estaba sobre El. El Redentor mismo ha provisto una descripción vívida para nosotros en una revelación dada a José Smith. Subrayen este pasaje en la forma ilustrada y establezcan una referencia correlacionada con el texto del Nuevo Testamento.

20. Por lo que otra vez te mando que te arrepientas, no sea que te humille con mi omnipotencia; y que confieses tus pecados para que no sufras estos castigos de que he hablado los cuales en muy pequeño, sí, en grado mínimo probaste en la ocasión en que retiré mi Espíritu” (D. y C. 19:20).

La revelación fue dada a Martín Harris, el cual había sido responsable de la pérdida de 116 páginas del manuscrito de la traducción del registro nefita. Fue solamente mediante un doloroso arrepentimiento que él había llegado a ser uno de los tres testigos. En esta ocasión el Señor mandó a Martín que se arrepintiera de transgresiones subsiguientes no fuera que sufriese el mismo castigo que soportó el Señor en Getsemaní, “los cuales en muy pequeño, sí, en grado mínimo probaste en la ocasión en que retiré mi Espíritu.”

La madre de José Smith nos aporta un relato de la angustia que enfrentó Martín cuando el Espíritu se retiró de él.

“Luego que José se alimentó…nos pidió que enviásemos por el señor Harris en seguida. Así lo hicimos sin demora…comenzamos a preparar el desayuno para la familia; y suponíamos que el señor Harris estaría con nosotros, en cuanto estuviese listo, para desayunar con nosotros pues generalmente venía presto cuanco se le mandaba buscar. A las ocho en punto teníamos la mesa servida pues lo esperábamos de un momento a otro. Esperamos hasta las nueve y no vino —aun a las diez y no había llegado— hasta las once, y no parecía. Pero a las doce y media lo vimos caminando con pasos lentos y marcados hacia la casa, con los ojos fijos en el suelo. Al llegar al portón, se detuvo; en lugar de entrar se sentó allí algún tiempo con el sombrero volcado sobre los ojos. Después de un rato entró a la casa; nos sentamos a la mesa y el señor Harris con todos nosotros. Tomó el cuchillo y el tenedor como si fuera a usarlos, pero inmediatamente los dejó caer. Hirum observando esto, dijo: ‘Matín, ¿por qué no come? ¿Está enfermo?’ Ante esto el Señor harris apretó sus manos contra sus sienes y exclamó en tono de profunda angustia: ‘¡Oh, he perdido mi alma! ¡He perdido mi alma!’

“José, que no había expresado sus temores hasta ahora, saltó de la mesa diciendo: ‘Martín, ¿ha perdido usted aquel manuscrito? ¿Ha quebrantado usted el juramento acarreando condenación sobre mi cabeza así como sobre la suya?’

“’Sí; lo he perdido’, respondió Martín, ‘¡y no sé dónde!’

“¡Oh, Dios mío!’ dijo José, apretándose las manos. ‘¡Todo está perdido! ¡Todo perdido! ¿Qué haré? He pecado…fui yo quien tentó la ira de Dios. Yo debía haber estado satisfecho con la primera respuesta que recibí del Señor; pues El me dijo que no era prudente dejar salir de mis manos esos escritos’. Lloró y se lamentó y recorría la sala continuamente.

“Al fin le dijo a Martín que volviese a buscar de nuevo.

“’No’, dijo Martín, ‘es en vano; porque he abierto colchones y almohadas; y no sé dónde está’.

“’¿Debo entonces’, dijo José, ‘volver con esta historia? No me atrevo. ¿Y cómo me mostraré ante el Señor? ¿De qué reprensión no soy digno de parte del ángel del Altísimo?’

“Le rogué que no se lamentase así, pues posiblemente el Señor lo perdonaría después de un período de arrepentimiento y humildad. ¿Pero qué podía yo hacer para consolarlo, cuando él veía a toda la familia en la misma condición mental en la que él estaba puesto que sollozos y lamentos, las expresiones más amargas de pesar, llenaban la casa? Sin embargo, José estaba más turbado que todos los demás, pues entendía mejor que todos las consecuencias de la desobediencia. Y continuó caminando, llorando y lamentando, hasta la puesta del sol, cuando, por persuasión, tomó algún alimento…

“Recuerdo bien ese día de tinieblas, tanto interiores como externas. Para nosotros, al menos, los cielos parecían estar cubiertos de obscuridad y la tierra rodeada de sombras. A menudo he dicho dentro de mí misma, que si un castigo continuo, tan severo como aquel que sufrimos en esa ocasión, fuera a ser aplicado sobre los personajes más malvados que han estado sobre el escabel del Todopoderoso —si el castigo de ellos no fuera mayor que ese, yo lamentaría su condición” (Lucy Mack Smith, History of Joseph Smith, págs. 127-32; Itálicas agregadas).

Tal es la descripción de un hombre que sufrió “en grado mínimo” el retiro del Espíritu del Señor. La mayoría, si no todos, ha experimentado este sentimiento en cierto grado. Ustedes pueden identificarse a sí mismos en una de estas situaciones:

  • Un amigo los ofende. Intercambian palabras. Ustedes se sienten heridos. Como resultado hay sentimientos de amargura y encono; no pueden conciliar el sueño, y el incidente queda en sus mentes continuamente.

  • Se habían sentido satisfechos por su conocimiento del evangelio. Otra persona pone en tela de juicio su punto de vista. Se produce una discusión acalorada. Ustedes respaldan su posición con autoridad y testimonio. El Espíritu del Señor, sin embargo, no acompaña sus palabras y se sienten solos.

  • Han trabajado cierto número de horas en un proyecto importante. De algún modo, y ustedes no saben cómo ha sucedido, se ha volcado tinta sobre el mismo, por lo cual es necesario que hagan nuevamente todo el trabajo. Ustedes se sienten enojados, se dejan arrebatar por el enojo, y dan énfasis al mismo con palabras vulgares. Después que el enojo desaparece, se sienten muy mal. Saben que el Señor ha sido ofendido.

¿Han tenido experiencias similares causantes de angustias para el alma? El presidente Joseph Fielding Smith dio un ejemplo de este sufrimiento en la manera siguiente:

“He sabido de hombres y muchos han venido a mí —hombres fuertes, musculosos— temblando por causa del tormento mental de sus pecados, preguntándose si había para ellos alguna manera de alcanzar alivio. Han venido en la angustia de su alma” (”For Ye Are Bought with a Price”, Speeches of the Year, pág. 5, 1957).

Si pueden recordar en su propia vida por lo menos una ocasión en la que han sentido vívidamente el retiro del Espíritu del Señor de su vida, y el sufrimiento que han experimentado en ese momento, pueden comenzar a vislumbrar el significado de lo que vivió el Salvador. con reverencia, ahora volvamos a la escena en Getsemaní.

Postrado sobre el suelo estaba el mismo Hijo de Dios, no un hombre cualquiera. En gran agonía llamó a su Padre. Su oración fue escuchada pues “se le apareció un ángel del cielo para fortalecerle. Y estando en agonía, oraba más intensamente; y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra” (Lucas 22:43, 44).

La agonía duró hasta la noche. Los tres apóstoles que fueron testigos de ese extremo sufrimiento finalmente se entregaron a su fatiga y pesar. Jesús volvió a ellos y les preguntó: “¿Así que no habéis podido velar conmigo una hora? Velad y orad, para que no entréis en tentación” (Mateo 26:40, 41). Los apóstoles le contestaron y dijeron: “El espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil” (Marcos 14:43, Versión Inspirada, traducción no oficial). Regresando nuevamente a su agonía solitaria, rogó de nuevo: “Padre mío, si no puede pasar de mí esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad” (Mateo 26:42). Por segunda vez volvió para encontrar alivio, y tal vez solaz y los encontró dormidos “porque los ojos de ellos estaban cargados de sueño” y no supieron qué contestación darle, (Marcos 14:40). Una tercera vez oró “diciendo las mismas palabras” (Mateo 26:44). Entonces volviendo a los tres, dijo: “Dormid ya, y descansad. He aquí ha llegado la hora, y el Hijo del Hombre es entregado en manos de pecadores. Levantaos, vamos; ved, se acerca el que me entrega” (Mateo 26:45-46).

Jesucristo, con los tres que lo habían acompañado en el Jardín, se reunió con los otros apóstoles. Nuestra mente ahora intenta comprender lo que parece ser incomprensible: ¿Cómo puede un Dios sufrir una agonía tan intensa? ¿Qué fue lo que la produjo? ¿Cuál fue el significado de la misma? al recopilar lo que el Señor mismo ha revelado concerniente a su sacrificio infinito, comenzamos a vislumbrar su significado para nosotros.

Hemos aprendido por experiencia la miseria personal causada por el retiro del Espíritu. El rey Benjamín habló de ello vívidamente en estos términos:

Lean en Mosíah 2:38 y Mosíah 3:25-27.

El presidente Joseph Fielding Smith lo resumió en esta forma:

“No hay ni uno de nosotros, estoy seguro, que no haya hecho algo equivocado y luego lo haya lamentado deseando no haberlo hecho. Entonces nuestra conciencia nos golpea y nos hemos sentido muy, muy desgraciados. ¿No habéis pasado vosotros por esa experiencia? Yo sí…Pero aquí tenemos al Hijo de Dios llevando sobre sí la carga de mis transgresiones y de las vuestras y de las transgresiones de toda alma que recibe el evangelio de Jesucristo…El llevó la carga —nuestra carga. yo le añadí algo; también vosotros. Igualmente lo hizo toda alma. El tomó sobre sí la responsabilidad de pagar el precio a fin de que yo pudiera escapar— y también vosotros— al castigo, a condición de que recibamos su evangelio y en él seamos fieles y verídicos” (”Fall, Atonement, Resurrection, Sacrament”, discurso presentado en el Instituto de Religión de Salt Lake, Universidad de Utah, 14 de enero de 1961, pág. 8).

Para apreciar mejor la inigualable agonía de nuestro Señor, examinen con atención los pasajes que se sugieren a continuación. El primero es su propio testimonio al respecto.

D. y C. 19:15-20

Correlacionen ese pasaje con: Lucas 22:44 y Mosíah 3:7.

Ningún mortal pudo haber soportado tal dolor, pero el Salvador no era un mortal común. Su capacidad de soportar consistía en todos los dones mentales, físicos y espirituales heredados: uno de sus progenitores siendo eterno e infinito: Dios el Padre; el otro siendo mortal y sujeto a la debilidad: María. su capacidad de soportar el dolor extremo, más “de lo que el hombre puede sufrir” fue posible porque El era el único ser nacido en el mundo que era infinito y eterno, pero que también tenía el poder de dejar su vida si así quería hacerlo.

Lean en 2 Nefi 9:7 Alma 34:10-14 Juan 10:17, 18. Esta “agonía espiritual del alma”, escribió el élder James E. Talmage, “que sólo Dios era capaz de conocer. Ningún otro hombre, no importa cuán poderosa hubiera sido su fuerza de resistencia física o mental, podría haber padecido en tal forma, porque su organismo humano hubiera sucumbido” (Jesús el Cristo, pág. 644).

Al consolar al Profeta en la cárcel de Liberty, nuestro Señor le hizo presente que “las puertas mismas del infierno se abren de par en par para tragarte…

“…El Hijo del Hombre se ha sometido a todo esto. ¿Eres tú mayor que él?” (D. y C. 122:7, 8).

Cuando consideren lo que ustedes han tenido que sufrir y contemplen las veces cuando “en grado mínimó” han sufrido el aguijón de la pérdida espiritual, recuerden y honren a Aquél con el cual han hecho convenio de recordarlo siempre.

Una última idea. La historia terrenal de la humanidad comenzó con la expulsión de Adán y Eva del Jardín, lo cual significó la separación entre el hombre y Dios. La cúspide de la historia mortal de la humanidad también ocurrió en un jardín. El suceso de aquella noche de hace unos dos mil años, proveyó a los descendientes de Adán la oportunidad de volver a la presencia del Padre Eterno a condición del arrepentimiento individual. De este modo el brazo de la misericordia fue extendido, los exiliados errantes fueron invitados a volver al hogar, y la brecha abierta en el Edén fue cerrada. Este es el significado de Getsemaní. Al contemplar lo que Cristo ha hecho, ¿cómo les hace sentir? ¿Sienten, como sugiere el himno: “Asombro me da el amor que me da Jesús”? Al pensar en sus pecados, ¿ven que tienen alguien a quien dirigirse en busca de perdón y paz? ¿Creen que el convenio de la Santa Cena ahora tendrá mayor significado cuando prometan “recordarlo siempre y guardar sus mandamientos”?