Liahona
El poderoso cambio de opinión del élder Terry
Febrero de 2024


Voces de los miembros

El poderoso cambio de opinión del élder Terry

Crecí en Utah, donde es palpable la expectativa de que los jóvenes se embarquen en una misión de tiempo completo. Sin embargo, estaba resuelto en mi decisión de no servir en una misión, a pesar de las enseñanzas de mis fieles padres y el ejemplo de mis hermanos mayores, quienes sirvieron en misiones. Una década después, aquí estoy, sirviendo como misionero de tiempo completo de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días y predicando en español en la República Dominicana. Permítame contarle cómo yo, que una vez me negué rotundamente a servir como misionero, terminé en este camino.

Un punto de inflexión para mí se produjo durante una clase del cuórum de diáconos en Spanish Fork, Utah, cuando tenía doce años. La lección era sobre la obra misional y a mí me parecía inútil porque no iba a ir a una misión. Pero mientras estaba sentado allí, una voz clara en mi cabeza me preguntó: “Travis, ¿y si no se trata solo de ti?”. Esta simple pregunta cambió mi perspectiva. Me di cuenta de que una misión se trataba de lo que Dios quería que hiciera, no solo de lo que yo quería. Una misión no se trataba únicamente de bendiciones para mí, sino también de ser una bendición para los demás.

A pesar de esta experiencia, libré una batalla interna que continuamente se veía avivada por preguntas frecuentes sobre cuándo presentaría los documentos de la misión y cuáles eran mis planes. La pregunta sobre qué decisión tomar respecto a servir en una misión estaba constantemente en mi mente. Después de graduarme en 2021, supe que tenía que tomar una decisión, así que oré con el propósito de saber lo que el Señor quería que yo hiciera. Quería una señal para que me diera un permiso especial de que no tenía que ir, pero no esperaba lo que pasó después.

Al día siguiente, como de costumbre, recogí a los demás miembros de mi equipo y me dirigía a un lugar de trabajo, cuando un automóvil pasó velozmente ignorando una señal de alto y chocó con nosotros. Nuestra camioneta quedó destrozada y el auto que nos chocó voló unos treinta metros por la carretera. Acabábamos de salir de una gasolinera antes del accidente y ninguno de nosotros nos habíamos puesto los cinturones de seguridad todavía. Milagrosamente, ninguno de nosotros resultó gravemente herido. Más tarde, hablando con la policía me dijeron que mi compañero de trabajo y yo, que estábamos sentados en el asiento delantero, fácilmente podríamos haber salido disparados por el parabrisas. Las cosas empezaron a calmarse para mí más tarde esa noche, cuando escuché una voz familiar en mi cabeza que decía: “Travis, podrías estar muerto ahora mismo, pero no lo estás”.

Eso cambió mi vida. Me di cuenta de que estaba protegido para ver otro día porque el Señor tenía algo reservado para mí. Finalmente supe que realmente era llamado a servir. Meses después recibí mi llamamiento para servir en la República Dominicana, Misión Santo Domingo Oeste.

Mi misión me ha brindado una comprensión y un aprecio más profundos por el Evangelio de Jesucristo. He crecido más de lo que imaginaba posible. Una de las lecciones más importantes que he aprendido es que mi misión me bendice tanto a mí como a las personas a las que sirvo. Pensé que simplemente estaría ayudando a otras personas. No me di cuenta de cómo me cambiaría servir a los demás. Ahora tengo una relación más fuerte con mi Padre Celestial de lo que jamás creí posible. Sé que Jesucristo es mi Salvador y que Él me conoce y me ama personal y perfectamente. Sé que esta es Su Iglesia restaurada y que Cristo mismo dirige Su Iglesia a través de profetas y apóstoles vivientes. Sé que el conocimiento de Dios es mucho mayor que el nuestro y que cuando ponemos nuestra confianza en El, Él nos ayuda a desarrollar todo nuestro potencial. Si usted está pensando en servir en una misión, le invito a hacerlo. Será una de las decisiones más importantes que tome y le bendecirá durante toda su vida. Recuerde lo que Cristo le dijo a Pedro en Juan, capítulo 21, si lo amamos, debemos apacentar a Sus ovejas. Al hacerlo, el Evangelio de Jesucristo nos cambiará a nosotros y a las personas a las que enseñamos para convertirnos en las personas que nuestro Padre Celestial quiere que seamos. Esta es la historia de mi poderoso cambio en el corazón y la comparto en el nombre de nuestro Señor y Salvador, Jesucristo. Amén.