2023
¿Casualidad o causalidad?
Diciembre de 2023


Sección Doctrinal

¿Casualidad o causalidad?

Cinco años después de obtener el Premio Nobel de Fisiología o Medicina, Jaques Monod publicó un libro con el título: “El Azar y la Necesidad”. Y con el subtítulo: “Ensayo sobre la filosofía natural de la biología moderna”.

En este libro, Monod hace un estudio sobre el origen de la vida, y habla del «azar» y de la «necesidad». Y plantea las implicaciones metafísicas y espirituales de los grandes descubrimientos en los campos de la Biología molecular y de la Genética.

El título de esta obra está inspirado en una cita atribuida a Demócrito, según la cual «todo cuanto existe es fruto del azar y de la necesidad. Y, después de un estudio exhaustivo que llena más de doscientas páginas de su libro, llega a la siguiente conclusión: “El hombre sabe que está solo en la inmensidad indiferente del Universo, en el que apareció por casualidad. Ni su destino ni sus deberes y obligaciones se pueden encontrar en ninguna parte”.

En este viaje por la vida terrenal, yo, después de setenta y dos años de vida en este mundo, y de medio siglo de vida en La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, mirando hacia atrás, busco también la razón de mi existencia. Y me pregunto: ¿De verdad estamos solos, y es el azar y la casualidad quienes dirigen nuestra existencia?

No estoy de acuerdo con las conclusiones de Monod de que el azar y la completa ausencia de un propósito sea el resumen de nuestra existencia en el cosmos.

Con el paso de los años, tenemos muchos momentos para mirar hacia atrás, buscando razones que nos ayuden a entender nuestra vida. Y nos preguntamos por qué estamos donde estamos y por qué somos lo que somos. Nuestra existencia es el resultado de lo que llamaríamos una “cadena causa efecto”: no existe la “casualidad”, sino la “causalidad”. Y podríamos decir, por tanto, que nuestra vida está en nuestras manos.

El camino de nuestra vida está lleno de dilemas y de bifurcaciones, que van definiendo lo que somos y lo que seremos. Al identificar esos momentos en los que mis decisiones me han hecho llegar a estar donde estoy y a ser lo que soy, pienso en momentos claves de mi existencia.

El primer momento clave fue en el mes de octubre de 1970, cuando acepté la invitación de escuchar a los misioneros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. La invitación la recibí por teléfono de un compañero de estudios que me dijo: “Faustino, me encontré en la calle a dos misioneros mormones, y he organizado con un grupo de compañeros de estudios una reunión con ellos. Y como sé que tú eres una persona religiosa, te invito a acompañarnos”.

Acepté la invitación, y juntos recibimos las dos primeras lecciones: la Primera Visión y el Libro de Mormón. Mis compañeros tomaron la decisión de no escuchar más, y yo, la de seguir escuchando algo que había despertado en mí un profundo interés.

Ellos se marcharon, pero yo tomé la decisión de seguir. Y eso a pesar de que me habían dejado solo, después de que vino de ellos la invitación a acompañarlos en este viaje de descubrimiento. Muchas veces me he preguntado por qué escogió Dios darme a conocer “el milagro de la Restauración” por medio de personas que no tenían interés alguno en un asunto tan sagrado, en lugar de dirigirse a mí directamente, que sí estaba desesperadamente interesado en esta noticia: ¿casualidad?

Los demás momentos clave están conectados a esa “cadena causa efecto” de la que estoy hablando. El 30 de enero de 1971, tomé la decisión de bautizarme. Dos años después de mi bautismo, una joven que también había decidido escuchar a los misioneros, tomó la decisión de bautizarse y los misioneros me pidieron que la confirmara yo. Al confirmarla, la bendije para que encontrara a un hombre con el que casarse para toda la eternidad. Y dos años después de su bautismo, esa joven y yo tomamos la decisión de casarnos, y nos sellamos en el Templo de Suiza para toda la eternidad: ¿casualidad?

Cuando a esa joven y a mí nos sellaron en el Templo para toda la eternidad, nuestras cadenas de causa y efecto se unieron, y la cadena resultante nos ha ayudado a los dos en nuestra vida juntos.

Cuando me bautizaron, yo estaba preparándome para entrar en la Universidad. Pero no sabía qué carrera estudiar: una decisión muy importante para mi futuro. Poco tiempo después de mi bautismo, un miembro de la Rama que hacía poco tiempo que había vuelto de su misión, Patricio Graff, me invitó, junto con otros jóvenes de la Iglesia, a participar en un curso que llevaba por título en inglés “Teaching Development Program”. Ese curso era la primera vez que se enseñaba en España, y a mí me ayudó a descubrir mi vocación por la enseñanza. Por tanto, me matriculé en la Universidad en la carrera de Ciencias de la Educación. Y años más tarde, unas semanas después de nuestro sellamiento en el Templo, el presidente de la Misión, el presidente Robert V. Stevens, me entrevistó y me preguntó si quería trabajar para el Sistema Educativo de la Iglesia: ¿casualidad?

Me he jubilado después de trabajar en Seminarios e Institutos 46 años. Y gran parte de mi desarrollo personal se lo debo a esa experiencia en el Sistema Educativo de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.

Mi decisión de escuchar a los misioneros, bautizarme en la Iglesia de Jesucristo y casarme y sellarme con la joven que hoy es mi esposa eterna han sido las decisiones más importantes de mi vida. Porque estas decisiones me han puesto en el camino que me ha ayudado a ser lo que soy y a estar donde estoy; es decir, a cumplir el propósito de mi vida en este mundo hasta este momento. ¿Qué habría pasado si hubiera seguido el ejemplo de mis compañeros de estudio, y hubiera dejado de escuchar a los misioneros? ¿Cómo habría influido en mi vida esa decisión?

Como he dicho, Monod llegó a la conclusión de que nosotros estamos solos en el Cosmos, en el que hemos aparecido por casualidad, y sin que nuestra existencia tenga propósito alguno.

La respuesta de Dios a esta conclusión es la siguiente: “En nada ofende el hombre a Dios, ni contra ninguno está encendida su ira, sino contra aquellos que no confiesan su mano en todas las cosas, y no obedecen sus mandamientos” (D. y C. 59: 21). Ambas cosas están unidas: creer que hay un propósito en esta vida llamado plan de salvación, y que ese plan sólo se cumple cuando obedecemos los mandamientos.

Dios sabe muy bien que los que niegan un propósito a nuestra existencia lo hacen porque no quieren obedecer mandamientos ni leyes de ninguna clase. Y es esa desobediencia la que hace que esta vida pierda su verdadero propósito que es “lograr la vida eterna” (cfr. Moisés 1:39).