“El mensaje celestial”

Recuerdo una época en la que, siendo un joven obispo en el Barrio La Florida, me encontraba sumido en un sentimiento de incompetencia. Pensaba que estaba fallando como líder y que no estaba llegando al corazón de los miembros. Me preocupaba que no estábamos progresando en nuestro barrio y llegué a cuestionar si tal vez otro líder podría hacerlo mejor de lo que yo lo estaba haciendo en ese momento.

La idea de no estar cumpliendo adecuadamente mi función como obispo y de defraudar tanto al Señor como a la confianza que se había depositado en mí me abrumaba. Me sentía devastado y perdido, sin saber qué pasos tomar para remediar la situación.

Fue en ese oscuro momento de pesar y tristeza cuando recibí un mensaje en el teléfono (por Messenger). Rápidamente lo abrí para ver quién me había escrito. Para mi sorpresa, era una niña de la Primaria quien me envió un mensaje que puedo describir como celestial. En sus palabras, escribió: “Gracias por ser nuestro obispo, siempre nos apoya en todo y usted siempre se va a ganar una sonrisa”.

Al leer esas palabras, no pude evitar derramar lágrimas y le respondí de inmediato: “Gracias, Estell. No puedes imaginar cuánto necesitaba escuchar esas palabras en este momento”.

Ese fue el momento en el que me di cuenta de que el Señor nunca me había abandonado ni desamparado. Se valió de esta niña para transmitirme Su voluntad y restaurar mi confianza. A partir de entonces, nunca más me sentí incompetente o incapaz en la obra de mi Señor. A pesar de los desafíos que enfrentamos al servir en Su obra, siento una profunda paz al saber que participo en esta maravillosa obra. Tengo la certeza de que el Señor valora mi esfuerzo y dedicación.

Esta obra es Su obra y siempre tiene a sus ángeles listos para socorrernos, como en esa ocasión, cuando envió a Su ángel, Estell Jara Cruzado, para salvar a este joven obispo que se estaba sintiendo abrumado.

Cierro este relato recordando las palabras del profeta Isaías: “No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te fortalezco; siempre te ayudaré; siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia” (Isaías 41:10).