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CAPITULO 24: ‘MI PAZ OS DOY’


24

“MI PAZ OS DOY”

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El Mar Grande

Galilea

Mar de Galilea

Samaria

Jerusalén

Judea

LA SEMANA DEL SACRIFICIO EXPIATORIO

Mateo

Marcos

Lucas

Juan

QUINTO DIA

Jerusalén, Judea

Discurso acerca del Consolador

14:1–31

Cantan un himno—se dirigen al Monte de los Olivos

26:30

14:26

22:39

Su relación con Cristo y el mundo; explicación de la muerte de El.

15:1–27; 16:1–33

COMENTARIO INTERPRETATIVO

(24-1) Juan 14-2 ¿Qué son las “muchas moradas”?

“Mi texto es sobre la resurrección de los muertos, y se encuentra en el capítulo 14 de San Juan: ‘En la casa de mi Padre muchas moradas hay’, Debería decir: ‘En el reino de mi Padre muchos reinos hay’, a fin de que podáis ser herederos del reino de Dios y coherederos conmigo…

“Hay moradas para aquellos que obedecen una ley celestial, y hay otras moradas para aquellos que no cumplen con la ley, cada cual en su propio orden…” (Smith, Enseñanzas, págs. 454-55).

(24-2) Juan 14:7-11. ¿Cómo es posible entender acerca del Padre?

Cuando Jesucristo ejerció su ministerio en este mundo, miró como su Padre habría mirado; dijo lo que el Padre habría dicho, e hizo lo que el Padre habría hecho. Como enseñó el élder Marion G. Romney:

“En su ministerio terrenal Jesucristo, siendo como dijo Pedro ‘la misma imagen de su sustancia (del Padre)’ (Heb. 1:3) fue una revelación completa y fiel de la persona y naturaleza de Dios. Esto se pone de manifiesto cuando le dice a Felipe” ‘…el que me ha visto a mí, ha visto al Padre…’ (Juan 14:9)” (CR, oct. de 1967, pág. 135).

(24-3) Juan 14:12. ¿En qué forma pudieron sus siervos efectuar mayores obras que las que efectuó Jesucristo?

“El no dice que harían estas obras en el tiempo, sino que harían mayores obras porque El iba al Padre. En el versículo 24 del capítulo 17 de Juan, dice: ‘Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria que me has dado’. Estos dichos, tomados en relación, aclaran bien que las mayores obras que aquellos que creen en su nombre iban a hacer, tenían que ser hechas en la eternidad, doñde El iba y donde ellos contemplarían su gloria” (Lectures on Faith, séptimo sermón, vs. 12).

(24-4) Juan 14:18-24. ¿Qué son los dos Consoladores?

“Estas declaraciones acerca de los dos Consoladores son el máximo y la corona de las enseñanzas del Hijo de Dios. No tenemos registro de otra cosa que haya dicho que pueda correr tan completamente la cortina de la eternidad y abrir para los fieles una visión de las glorias de Dios. Basado en el amor, nacido en la obediencia, el Salvador promete a los santos que ellos pueden tener aquí y ahora, en esta vida, lo siguiente:

“(1) El don y el compañerismo constante del Espíritu Santo; el consuelo y la paz que es la función de ese Espirítu Santo, conferir; la revelación y el poder santificante que es el único que preparará a los hombres para la compañía de los dioses y de los ángeles más allá.

“(2) Visitaciones personales del Segundo Consolador, del Señor Jesucristo mismo, el ser resucitado y perfecto que mora con su Padre en las mansiones de lo alto; y

“(3) Dios el Padre visitará al hombre, en persona, tomará morada con él por así decirlo, y le revelará todos los misterios escondidos de su reino. (McConkie, DNTC, 1:735).

(24-5) Juan 14:18-24. “Vendré a vosotros”

“¿Qué, pues, es este otro Consolador? No es nada más ni menos que el Señor Jesucristo; y ésta es la substancia de todo el asunto: que cuando un hombre recibiere este último Consolador, tendrá la persona de Jesucristo para atenderlo o aparecerle de cuando en cuando, yaun le manifestará al Padre, y harán morada con él, y le serán descubiertas las visiones de los cielos, y el Señor lo instruirá cara a cara y podrá alcanzar un conocimiento perfecto de los misterios del reino de Dios; y ésta es la dignidad y posición que alcanzaron los antiguos santos cuando vieron tan gloriosas visiones: Isaías, Ezequiel, Juan en la isla de Patmos, San Pablo en los tres cielos, y todos los santos que han tenido comunión con la asamblea general y la Iglesia del Primogénito” (Smith, Enseñanzas, pág. 179).

(24-6) Juan 14:26. ¿Cuándo recibieron los discípulos el don del Espíritu Santo?

El élder Joseph Fielding Smith declaró que “los discípulos de Jesucristo no recibieron el don del Espíritu Santo mientras El estuvo con ellos. La razón de esto, en parte al menos, se debió al hecho de que ellos tenían consigo la guía y las enseñanzas del segundo integrante de la Trinidad, Jesucristo mismo. Mientras estuvo con ellos no hubo ocasión de que tuvieran la compañía del Espíritu Santo. Antes de irse, el Salvador les prometió que enviaría al Consolador, o Espíritu Santo” (Answers to Gospel Questions, 2:159).

(24-7) Juan 14:30. “Viene el príncipe de este mundo”

“Tan poderoso fue en los días del Maestro que El se refirió a Satanás llamándolo ‘el príncipe de este mundo’, pero añadió: ‘viene el príncipe de este mundo, y él nada tiene en mí’ (Juan 14:30). Debemos decir, aunque el poder es el mal por todas partes, ‘yo y mi casa, serviremos al Dios de esta nación’. El príncipe de este mundo viene a tentar a cada uno de nosotros y los únicos que soportarán estos días de prueba serán aquellos que hayan fundado sus casas sobre la roca, como dijo el Maestro: cuando descendieron las tormentas y los vientos soplaron y cayeron las lluvias y dieron contra la casa, no cayó porque estaba fundada sobre la roca. Eso es lo que el Señor está tratando de decirnos hoy en día” (Harold B. Lee en la Conferencia de Area Británica, agosto de 1971, págs. 135).

(24-8) Juan 16:24. ¿No habían orado nunca los apóstoles?

En este versículo Jesucristo no dice que sus apóstoles jamás hubieran orado, ni preguntó nada; lo que dijo fue que sus apóstoles nunca habían orado en su nombre, esto es, en el nombre de Jesucristo. Sin duda que los apóstoles eran hombres de fe que oraban a menudo, de otro modo ¿cómo habrían merecido el alto y santo honor de ser llamados al apostolado?

“Como la ley divina de todos los tiempos requería que los hombres orasen al Padre en el nombre de Cristo, ¿por qué el Salvador esperó este momento para instituir el antiguo sistema entre sus discípulos? Posiblemente se trata de una situación similar a la que tuvo que ver con la recepción del Espíritu Santo; en tanto que El estuvo con los discípulos ellos no gozaron de las manifestaciones plenas del Espíritu Santo (Juan 16:7). Tal vez en tanto que Cristo estaba personalmente con ellos muchas de sus peticiones eran dirigidas directamente a El en lugar de ser dirigidas al Padre. Tal fue el curso seguido por los nefitas cuando el Señor resucitado y glorificado ejerció su ministerio entre ellos. Ellos le oraron directamente y no al Padre” (McConkie, DNTC, 1:758; véase también 3 Nefi 19:17-25).

PUNTOS A CONSIDERAR

“MI PAZ OS DOY”

Jesucristo fue obediente a la voluntad del Padre y al final de su ministerio mortal enseñó aquellos principios contenidos en los capítulos que ahora ustedes están considerando (Juan 14-17). En estos versículos el Señor enseñó a sus discípulos el camino a la paz en un mundo que no la conoce. Les expuso la misión del Espíritu Santo.

(24-9) Juan 15:1-8. “Separados de mí nada podéis hacer”

Los miembros de la Iglesia somos como las ramas y hojas de un gran árbol. Estamos en el árbol, pero eso por sí solo no nos salva. Si no recibimos alimento y el poder que nos sostiene y que viene de Cristo, el cual es el tronco (cuyo poder de sostén es llevado a los miembros mediante el Espíritu Santo solamente cuando nos hacemos dignos de recibirlo), entonces nos marchitamos y caemos como hojas secas. De esto el presidente John Taylor dijo:

“Como santo cada uno de vosotros dice: ‘Creo entender mi deber, y lo estoy realizando muy bien’. Tal vez sea así. Veis la pequeña ramita: es verde; florece y es la misma representación de la vida. Soporta su parte y proporción en el árbol y está conectada con el tallo, las ramas y la raíz. ¿Pero podría el árbol vivir sin ella? Sí, podría. Ella no tiene necesidad de alardear ni pavonearse y decir: ¡Cuán verde luzco! ¡y cómo florezco! ¡Qué posicion tan eminente ocupo! ¡Cuán bien actúo! y Estoy en el lugar apropiado y haciendo bien mi parte’. ¿Podríais actuar sin la raíz? No; vosotros ocupáis vuestro lugar en el árbol. Y así es con este pueblo. Cuando están haciendo su parte…cuando están honrando sus llamamientos, viviendo su religión y andando en obediencia al Espíritu del Señor, tienen una parte de su Espíritu para que les aproveche. Y mientras que son humildes, fieles, diligentes y observan las leyes y mandamientos de Dios, ocupan su posición adecuada en el árbol: Están floreciendo; los brotes, las flores, las hojas, y todo lo que los rodea está bien, y forman parte del árbol…” (John Taylor, JD, 6:108).

Sin respuesta escrita alguna, consideren cuidadosamente las preguntas siguientes:

¿Quién es la fuente, o “vid” cuyo poder e influencia puede sostener y nutrir a los santos?

¿Cuál de los miembros de la Trinidad trabaja con el hombre y corrige y enseña y lo refina, a fin de hacerlo digno de recibir las bendiciones que provienen del Señor?

¿Qué debe hacer el hombre a fin de estar firmemente sujeto al árbol?

¿Qué acontecerá con cada uno que, mediante su voluntad o desobediencia o por cualquier otro motivo, se separa del árbol?

Juan 14:26.

¿Qué dijo Jesucristo que el Espíritu Santo haría para aquellos que se estaban esforzando por ser dignos?

Juan 15:26

¿De quién testifica el Espíritu Santo?

Juan 16:7-11

Cristo dijo que el Espíritu Santo vendría a reprender al mundo por tres razones. ¿Cuáles eran?

Juan 16:13-15

¿En qué forma el Espíritu Santo glorifica a Jesucristo y al Padre?

(24-10) El Espíritu Santo lleva al hombre a su más elevado potencial

“El don del Espíritu Santo se adapta a todos estos atributos. Vivifica todas las facultades intelectuales, aumenta, ensancha, expande y purifica todas las pasiones y afectos naturales; los adapta, por el don de la sabiduría, a su uso adecuado. Inspira, desarrolla, cultiva y madura todas las simpatías de buen tono, los gozos, gustos, sentimientos de familia y los efectos de nuestra naturaleza. Inspira la virtud, la bondad, la ternura, la gentileza y la caridad. Desarrolla la belleza de la persona, la forma y los rasgos. Tiende hacia la salud, el vigor, la vivacidad y el sentimiento social. Vigoriza todas las facultades del hombre físico e intelectual. Fortalece y tonifica los nervios. En resumen, es, por así decirlo, médula de los huesos, gozo del corazón, luz de los ojos, música para los oídos y vida para todo el ser.

“En presencia de tales personas, uno intenta gozar de la luz que su rostro emana, como gozamos de los rayos del sol. El mismo aire que las rodea difunde una emoción, una calidez y brillo de alegría pura y simpatía, las cuales llegan al corazón y a los nervios de aquellos que tienen sentimientos afines o, en otras palabras, afinidad de espíritu” (Pratt, Key to the Science of Theology, pág. 101).

(24-11) Como mensajero de la Trinidad, el Espíritu Santo instruye a los miembros fieles

“El Espíritu Santo es un personaje de espíritu, en la misma semejanza de Dios y el Padre; y en otras palabras es una semejanza del padre y del Hijo. Su misión es instruir e iluminar la mente de aquellos que, mediante su fidelidad han obedecido los mandamientos del Padre y del Hijo. El da testimonio de la verdad, vivifica la mente de los que han hecho convenio y les revela los misterios del reino de Dios. Es un mensajero especial del Padre y del Hijo y efectúa su voluntad…” (Smith, Answer to Gospel Questions, 5:134).

(24-12) Juan 16:33 “Confiad, yo he vencido al mundo”

Hay una gran diferencia entre la clase de paz de la cual habló Cristo y la que busca el mundo que nos rodea. Vivimos en un mundo de maldad, un mundo enloquecido con una desenfrenada indulgencia y con delitos. Cada día las noticias traen información de guerras, de desastres naturales, de terror y de esfuerzos frustrados de parte del hombre para desviar o actuar inteligentemente ante los desastres. A pesar de todo esto, Jesucristo ha prometido a sus discípulos que ellos pueden tener paz en este mundo. Lean en Juan 16:33. Comparen con Filipenses 4:7.

Y la promesa de El es real, pues aquellos que obedecen sus mandamientos sienten su influencia y consuelo en su corazón y no tienen temor. Ante la presencia de todo peligro amenazador, pueden orar a Dios y El responderá mediante ‘la vocecita’ del Espíritu Santo, la cual habla paz a sus almas. El élder Harold B. Lee enseñó esto:

“A menudo cuando Dios habla con esta vocecita, tal como lo hizo con Elías el Profeta en la cueva, tal vez ésta no sea audible para nuestro oído físico porque, como una radio con fallas, posiblemente estamos fuera de sintonía con el infinito” (CR, octubre de 1966, pág. 115).

Pero si ustedes son obedientes (pues esa es la condición), la promesa del Señor para ustedes es de paz, segura y cierta.

“Al que se estriba en Cristo Jesús,

no quiero, no puedo dejar en error;

yo lo sacaré de tinieblas a luz,

y siempre guardarlo, y siempre guardarlo,

y siempre guardarlo con grande amor”

(”¡Qué firmes cimientos!” Himnos de Sión, No. 144).

Gordon mantenía una lucha interna. El había oído a su padre, muchas veces, dar testimonio en cuanto a la influencia dulce y apacible del Espíritu Santo. Pero Gordon mismo sentía que nunca se había siquiera acercado a tener la compañía de ese Espíritu. Se preguntaba muchas cosas, yeso lo deprimía. ¿Había algo malo, algo diferente en cuanto a él que significaba que no podía tener la misma calma y seguridad, la misma paz que poseía su padre? Estaba tratando de llevar una vida buena, pero…¿había algo que le faltaba, algo que había dejado de ver y que impedía que él obtuviese lo que tenía su padre? Y la pregunta que más lo perturbaba era esta: ¿lo estaba guiando mal su padre? Esta última idea siempre se desvanecía porque Gordon estaba convencído de que su padre sabía. Era así de sencillo. Había vivido en la casa de su padre, lo había oído orar, había observado su vida y su ejemplo.

Una noche Gordon oyó que su padre hablaba por teléfono con alguien y le decía: “Bien, yo sé que las cosas se resolverán, de manera que no nos preocupemos más”. Tan pronto como su padre dejó el teléfono, Gordon preguntó: “Papá, ¿cómo lo sabes? ¡Este es un mundo variable, inestable! ¿Cómo puedes pretender saber algo con tanta seguridad?”

Sorprendido por la explosión de Gordon, el padre vaciló y luego respondió tranquilamente, “Gordon, simplemente lo sé”. Entonces, como percibiendo la lucha interna del hijo, el padre añadió: “Y, Gordon, tú puedes saberlo igual que yo, si es que quieres”.

“Pero papá”, interrumpió Gordon, con un tono de voz más alto de lo necesario, “he vivido bien, he orado y por más que he tratado no he tenido visiones ni sentimientos especiales de consuelo. No me siento seguro de nada. ¿Hay algo que no anda bien conmigo?”

“No, Gordon, no hay nada malo contigo. Y te repito, tú puedes tener esa paz y seguridad de la cual hablas, pero debes estar dispuesto a pagar el precio que se requiere. Debes tener paciencia, pues la compañía y la paz del Espíritu no vienen fácilmente. Debes vivir los mandamientos y obedecer los convenios que has hecho como poseedor del sacerdocio. Además de estas cosas, debes orar fervientemente y estudiar con diligencia en cuanto a Jesucristo y su Iglesia, pues el Espíritu Santo no vendrá sencillamente para divertirte o para satisfacer tu curiosidad; pero El te ayudará a desarrollar una relación con tu Redentor si tus esfuerzos son incesantes y tu deseo sincero”. Lean en Mateo 13:45, 46.

“Ahora, Gordon, no te desanimes. Busca, llama, estudia, ora, sé obediente y recibirás la paz y la apacible seguridad que deseas”.

Los meses pasaron después que Gordon comenzó su búsqueda. Estudió y oró con todo su corazón. Leyó en el Nuevo Testamento, (muchas veces hasta muy entrada la noche) el relato de la vida de Jesucristo, oró y sinceramente trató de vivir y actuar como Cristo lo había hecho.

Y entonces, gradual, y apaciblemente, entró en su corazón la tan anhelada paz y seguridad de la realidad del Salvador. Su padre sabía realmente y ahora Gordon también sabía.

Será manifestado

Hermosa

es la forma en que trabaja

el Espíritu Santo.

Revela y desarrolla aquello que es noble,

eterno

y divino en el hombre.

El orgulloso es humillado,

El que odia aprende a amar.

El que se cree autosuficiente

es iluminado

para comprender la identidad de nuestro Redentor Divino

y su dependencia de El.

Los ojos

de los que han estado

ciegos ante la verdad

se abren.

Los corazones

de los que se han endurecido

contra los rayos siempre condescendientes

de luz

y amor,

son suavizados.

Y si lo reciben,

Cada día

es más precioso,

De más y más significado

para ellos,

Y pueden andar en novedad de vida,

Si tan sólo lo piden.

(Usado con autorización.)

Aunque en nuestra vida terrenal es necesario que suframos tribulación, prueba y lucha, a través del Espíritu Santo los discípulos de Jesucristo pueden tener una paz desconocida en el mundo. ¿Tienen ustedes esa paz?